ESTHER ANDRADI
Nació en Ataliva, Santa Fe, en 1952. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica de Rosario y en 1975 emigró a Perú. En Lima ejerció el periodismo escrito y publicó su primer libro. En 1980 viajó a Europa y se radicó en Berlín donde escribió guiones y reportajes para la radio y televisión alemanas. Desde entonces ha vivido alternativamente en Buenos Aires y en Berlín, donde reside hoy con su marido y su hija.
Ella dijo:
Desde que yo recuerdo me interesaron las sociedades, sus casi imperceptibles movimientos. Y su relación con los cuerpos, siempre en danza, en una banda ancha que va desde pulsiones biológicas hasta aspiraciones místicas, anclados en neurosis, bailando con el eros. Las sociedades escriben su marca en el cuerpo. Lo nutren, lo violentan, lo seducen. Lo enajenan. Mis narraciones se ocupan de esos movimientos poco o nada perceptibles, casi invisibles, cotidianos.
Mientras en Europa el héroe por excelencia es Ulises, que vuelve a su tierra donde la amada lo espera, al parecer intacta, en América la metáfora es Eneas, el héroe que se hace a la mar para fundar una nueva patria. Entre ambos héroes hay miles de mujeres pero no figuran en el reparto protagónico. Me interesa trabajar la metáfora de aquella que elige el camino ...(...). La patria es por definición la tierra del padre, la lengua es el territorio de la madre..(...)... así las cosas, por aquí hay mucho, realmente mucho por hacer. La presencia de los migrantes, los refugiados, los nuevos esclavos de este mundo en las fronteras de las naciones están forzando la creación de otras reglas de convivencia más humana.
Esther Andradi y la literatura transgenérica,
Entrevista de Gina Cánepa. Conneticut College
Se dijo de ella:
Has demostrado que Berlín es un cuento, con una precisión metida en la poesía. Rabia, melancolía. Todo es melancolía. ..(…). Me has hecho pasar horas de infinitas preguntas. Me dejaste más preguntas que las que antes de leer tu libro me asaltaban… Ahora tenés que escribir la segunda parte: “Buenos Aires es una novela”. Osvaldo Bayer.
La escritura de Esther Andradi tiene dos particularidades: la búsqueda y el encuentro de la palabra exacta, y la elección de temáticas cautivantes. Su estilo es poético, su estructura es precisa y el desarrollo del tema envolvente. Una combinación perfecta entre la fuerza y la belleza. Quien la lee no la olvida; es más, la lleva adentro, pues ya es otra persona. Lea Fletcher.
En sus relatos se comprueba que a sus viejos escenarios se han agregado unos nuevos, los que han estado a su paso y los que le han servido de nueva vivienda, pero no han cambiado las palabras con que los recuerda. Su pregunta es cómo actúa en la literatura de los otros ese traslado a mundos de otros sonidos. Basándose en algunas respuestas ella se adelanta a sacar sus conclusiones y dice que ese lenguaje que puede enloquecer a los traductores por la diversidad de temas y detalles, lleva la marca del escritor que vive en otra lengua, ninguna palabra es inocente. Luis Fayad. Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes. Nota completa en
http://www.cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/enero_09/02012009_01.asp
Mi abuelo el árabe llegó a Argentina sin conocer una palabra de castellano. Dicen las lenguas familiares que en Buenos Aires sus paisanos le dieron una maleta con artículos para vender que él tiró por ahí porque le avergonzaba su español insuficiente y siguiendo las vías del ferrocarril llegó a una colonia de inmigrantes donde iba a conocer a mi abuela. La colonia se llamaba Nuevo Torino, de modo que el castellano por cierto tampoco era su fuerte. Mi abuelo se bastó con una mandolina para enamorar a las mujeres y todavía hoy no hay hombres en la colonia que no hayan oído hablar del lenguaje de sus brazos, sea para la dura faena del campo o para la pelea, que ganas no le faltaban al árabe, ni susto le daban ni una ni otra. De esa mixtura piamontesa y árabe, dialecto de Oms, nació mi padre y sus diez hermanos, a la sazón los tíos de mi infancia, de las fiestas de la yerra y de los chistes verdes en piamontés. Porque fue la abuela quien legó su lengua a la familia, mientras el abuelo relegaba su idioma y enterraba la nostalgia.
*Completo en Confluencia, Revista Hispánica de Cultura y Literatura
University of Northern Colorado, Greeley, U.S.A., Spring 2005, Vol. 20
http://www.unco.edu/hss/confluencia/spring_2005.htm
fragmento
Le asombró la arquitectura de los distritos, lo compacto de las plazas y los árboles, la contundencia y belleza de los edificios antiguos. La calle de Potsdam iba a ser su barrio, su Kiez, como decían los berlineses. -Se pronuncia Kiiz-. No era poco para comenzar. Potsdam había sido una de las calles más emperifolladas de antaño. Ahora el muro la había quebrado en su geometría original que derivaba hasta el ombligo mismo de la antigua ciudad y había quedado como una extremidad amputada del tronco. Sin embargo, disimulaba con lujo sus mutilaciones. Aquí se codeaban bancos, medios de comunicación y burdeles. Al igual que depósitos bancarios, cheques o periódicos, el mercado ofrecía mujeres para todos los gustos. Forrado en cuero negro el torso, botas ídem y un látigo sostenido entre los dientes algunas. Con amplias faldas multicolores de gasa, melenas rubias y bucles florecidos otras, damas con trajecitos sastre en tonalidades grisáceas, blusas de seda y collar de perlas, robustas señoras en batón y chancletas, portando bolsa de plástico, como recién llegadas de hacer la compra, la mayoría. Cada una con su clientela. Y un galpón haciendo esquina con vidrios de colores rojo, azul, negro y violeta vendía ilusiones de carne, plástico y celuloide. “Somos el primer supermercado del sexo de la ciudad” anunciaba. Películas porno. Adelante mis valientes. Ropa interior a tiritas, vibradores todo tamaño para variados gustos y recovecos. Peepshows.
Un ejecutivo con su maletín.
Señores en todas las variantes del gris con atuendos de turistas.
Una dama con peluca afro y anteojos oscuros con marcos blancos.
Hombre disfrazado de mujer que se disfraza de hombre.
Un joven estudiante.
Muchachos en jeans y sandalias.
Una anciana emergida de un cuento de Perrault.
Una rubia de cuerpo entero enfundado hasta la rodilla en rojo satinado y zapatos taco aguja-plateados.
Un jubilado con bastón y su perro salchicha. Prohibido para animales. El perro que espere afuera.
Un rubio con chalina y melena al viento calzando botas de cazador.
Una pareja de recién casados, traje de novia y frac.
Un morocho robusto y un señor con barriga bastante más pequeño de estatura tomados de la mano, con gafas negras.
Todos ellos y todas ellas entraron y salieron de ese recinto de vidrios multicolores, el primer supermercado de sexo de la calle de Potsdam en el lapso de media hora. Abierto desde las cinco de la mañana, horario corrido.
Fragmento de Berlín es un cuento. Alción, Córdoba, 2007.
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Ver la nota en el diario La Voz del Interior
Hola maria teresa tu articulo esta muy bueno , Dejame decirte que realmente no sabia conocimiento de esther .
Gracias por tu aporte.
Habia leido algo de esther , Pero este es un blog muy detallado.
Exelente.
Muy bueno el fragmento de el cuento de berlin.
He descubierto una maravillosa narradora, y lo siento como haber arribado a un país desconocido, del cual puedo aprender mucho a través de su creativa sensibilidad...Y me refiero a Esther Andradi.
Gracias Esther.
miryamseia@cablenet.com.ar