Reina Roffé - Aves Exóticas

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Ha desarrollado en nuestro país y en España una intensa labor en la literatura, el periodismo y la docencia. Nacida en Buenos Aires, pero radicada en Madrid desde 1988, Reina Roffé lee habitualmente los diarios argentinos y conserva amigos de acá, como un indispensable ritual de pertenencia. A veces habla de sus tíos, solterones y músicos, y de ese profesor del secundario llamado Haroldo Conti que leyó sus primeros escritos y le dijo que estaba “condenada a la literatura”.

REINA ROFFÉ
Nació en Buenos Aires, en 1951. Con su primera novela, Llamado al Puf (Pleamar, 1973), obtuvo el Premio Pondal Ríos al mejor libro de autor joven en un concurso convocado por la Fundación Odol. Publicó después Monte de Venus (Corregidor, 1976), novela prohibida por la censura argentina en los años de la dictadura militar, Espejo de Escritores (Ediciones del Norte, New Hampshire,1984), Juan Rulfo: Autobiografía Armada (Corregidor, 1973/ Montesinos, 1992), Conversaciones americanas (Páginas de Espuma, 2001), la biografía Juan Rulfo. Las mañas del zorro (Espasa-Calpe, 2003), la novela El cielo dividido (Sudamericana, 1996) y Aves exóticas. Cinco cuentos con mujeres raras (Leviatán, 2004).
Párrafo aparte merece La rompiente, editada en 1987, simultáneamente en Puntosur /Buenos Aires y Editorial Universitaria de Veracruz/México, con la que ganó el Premio Internacional de Narración Breve otorgado por la Municipalidad de San Francisco, Córdoba, una novela que desde hace años es objeto de estudio en universidades americanas y europeas y ha sido reeditada por Cuarto Propio (Santiago de Chile, 1999) y por Alción Editora (Córdoba, 2005). Sus cuentos y relatos, traducidos al inglés y al alemán, figuran en diversas revistas y antologías de Europa y América. En 1993 ganó la Beca Antorchas de Literatura. Desde 1988 vive en Madrid, donde coordina talleres de lectura y escritura creativa, colabora en las publicaciones Cuadernos Hispanoamericanos, Revista de Occidente, ABCD y es firma invitada en el Centro Virtual Cervantes.

Ella dijo:
...toda la novela es una indagación para ver de qué manera distinta se pueden contar las historias que protagonizamos.
¿De qué otro lugar sino del miedo, o de qué otra cosa se puede escribir, sino de viajes, crímenes y exilios?

El fuego interrumpido. Página 12, Suplemento de Cultura. 27 de junio de 1993.

Se dijo de ella:
Podríamos definir La rompiente como una novela-diario íntimo que reescribe el canon y narra el género… (…)…El lugar donde se opera esta búsqueda es el cuerpo y el modo de operar, la ruptura. Así, La rompiente subvierte la escritura normalizada, articula la resistencia en el discurso y plantea de modo original una relación diferente entre mujer y narrativa. Enfrentada al discurso oficial de la narrativa consagrada, el texto de Roffé narra desde el margen, escribe la imposibilidad de narrar y asume que contar es una puesta en abismo donde azar, verdad, ficción e historia se relativizan en la metáfora del juego. Revista Aleph (Año XLI, enero/marzo 2007, Colombia)

Sus personajes femeninos tienen un aura de misterio y ambigüedad que los coloca entre los más audaces que se han escrito en los últimos veinte años.
Cristina Peri Rossi. Para la reedición de La rompiente en Alción editora.

Roffé es una narradora sutil que prefiere los pequeños episodios a los grandes
desarrollos, los sobreentendidos a las explicaciones, la promesa erótica a la
descripción sexual. Nos remite a un mundo en el cual la figura humana se va
borrando pero sin perder la palabra, planteándose uno de los desafíos del
narrador actual: recomponer, con nostalgia paródica, la perdida epopeya de los
antepasados.
Blas Matamoro, Revista Cuadernos Hispanoamericanos, Nº
568, Madrid, Oct. 1997

La Rompiente
(Fragmento)
Los almacenes de productos extranjeros traen nuevas delicias. Se deja tentar por los turrones españoles de almendras que a su abuela siempre le gustaron tanto. Los dulces están unidos al recuerdo de la sobremesa, que la Ela convertía en una ceremonia y oficiaba entibiando las tacitas de café, eligiendo de la vitrina las copas de licor, quitando el papel celofán de los turrones y el papel plateado de los chocolates con el mismo cuidado con que trataba los cristales. Una vez que todo, en su opinión, estaba dispuesto, entonces se podía cumplir con el rito de la tertulia familiar. Poco o nada se hablaba: era un diálogo goloso entre la Ela, las tías y usted. A veces se la regañaba por meter los dedos en los ganchillos de las carpetas tejidas al crochet o por hacer bolitas con los papeles de los chocolates y arrojarlas sin puntería a cualquier objeto que representara ser un cesto de basketball.
En el pequeño departamento al que la han confinado en estos últimos años, ve a la Ela sentada en la sala, muy encorvada y quieta sobre el borde del sofá. Usted le recomienda que adopte una posición más cómoda apoyándose contra el respaldo. Melancólica, la Ela da a entender que no tiene fuerza ni ganas de moverse. Le obsequia el turrón, ella se lo agradece con una sonrisa que usted reconoce en el acto. Ésa con la que solía decirle: “Ah, mi querida, siempre te acuerdas de mí”. Para recompensarla por el regalo, intenta dolorosamente mover su cuerpo hacia el respaldo del sofá, y cuando logra enderezar la espalda, toma el paquete y lo desenvuelve como si fuera un objeto frágil y muy valioso.
Mientras ella parte el turrón en trozos, usted observa que sus pies, como los anchos pies de Leonor, apenas rozan el suelo. La figura de la anciana parece la de una muñeca cenicienta sobre un sofá gigante. Ella le ofrece un pedacito de turrón y se lleva a la boca otro. Usted va por el té y vuelve a sentarse en una de las pocas sillas que ha sobrevivido al cambio de muebles y la modernización. La Ela coloca en un plato algunos trocitos de turrón; en otro, los que disimuladamente saca de la boca, porque -ahora usted advierte- ella ya no puede masticar.
Ha cometido una equivocación tras otra. El turrón de almendras se ha tornado en un tributo perverso de su cariño a la Ela. Todo esto la acongoja y se va con la congoja.
Llama a su madre desde un teléfono público. Increíble, el teléfono funciona quizá por obra de un milagro. Su madre no comprende por qué le dice inopinadamente que, por favor, no envejezca.

EL PARO
Era el gobierno más eficaz de la historia. Había solucionado uno de los problemas endémicos del país: el desempleo. Con un decreto, aumentó los festivos, favoreció los puentes, triplicó las vacaciones anuales. Con otro, bajó el impuesto a los automotores y el precio de los vehículos. Fomentó el turismo nacional y liberó la velocidad máxima permitida en autopistas, carreteras y vías urbanas. La mortalidad por accidente creció tanto que la población quedó reducida a su cuarta parte. Hoy, hay un superávit de ofertas de trabajo que no se pueden satisfacer.

LA HISTERIA DEL TIEMPO
Un día como hoy es dádiva y alimento para los que siempre hablan, o peor, escriben del tiempo: por la mañana, lluvia torrencial; al mediodía, muchas nubes en el cielo disipadas rápidamente por un fuerte viento que todo se lleva por delante; quietud y sol radiante a primera hora de la tarde; nuevas nubes al atardecer; agua nieve por la noche; tormenta eléctrica de madrugada. Un día como hoy es fuente, y simiente, de todas las indecisiones.
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El Paro y La Histeria del Tiempo permanecían, hasta ahora, inédit

1 comentarios:

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